Marco Arrogueitízia disfrutaba de sus últimos días sobre la tierra, el no lo sabia pero se iba a morir. Tan rápidamente como vino al mundo, entre los dolores de su madre, en sus propios dolores. En esas horas previas su vida era un evento, lo tenía todo programado para asistir a todos los momentos de su vida como si fuesen tanto o mas importantes que respirar, que salir a comerse al mundo, de protestar por lo inviable de la situaciones de miles de jóvenes como el. Era un líder.
Marco vivía en Madrid y le encantaba su ciudad sin saber que sería su condena por un sistema impuesto por unos políticos que acabaron con una sanidad publica eficiente, gratis y universal. Cuando su cuerpo se desplomo paseando por la sierra, no había helicóptero medico, ni ambulancia. El desespero de sus amigos por llevarlo a un centro medico fue inútil, estaban cerrados. Marco no llegaría jamas al hospital, su ultimo suspiro fue en la parte de atrás de un coche abrazado por dos de sus amigos, por sus lagrimas, por su enfado contra un sistema solo para ricos, donde la mano de obra barata solo tenia derecho a no enfermar para no sucumbir, no eramos nada.
Marco quizás lo sepa, su muerte fue “el evento” de su vida patrocinado por la corrupción y el despotismo de unos pocos que se benefician del sufrimiento humano, que impregnan la codicia en su lecho de muerte.
Marco somos todos.